viernes, 23 de octubre de 2009

Una experiencia denominacional

Me guardé esta reflexión por una semana. Quise ordenar un poco las ideas antes de arriesgarme a decir algo que no edificara. Espero no fallar en ese intento.

Llegué tarde al culto unido de la Convención Regional Bautista Santiago Hickey en la Iglesia Bautista "El Calvario" de Monterrey, México. Al entrar escuché al conjunto que conducía la alabanza sonando con buen estruendo: el bajo, la batería, percusiones, coros, teclados, guitarra acústica y eléctrica. Cuando entré terminaban una cadena de alabanza que incluía "Cuan grande es Él". Coincidí en mi llegada con mis papás y tomamos un lugar.

Hay otras impresiones que me llegaron, me edificaron y otras que puedo discutir. Quiero centrarme en una que me dejó una lección: la alabanza. La iglesia anfitriona (El Calvario) tiene una expresión musical contemporánea. No pude evitar ver caras serias o francamente largas (los bautistas, digamos, tradicionales).

Después de un maratónico culto (con perdón de los que les gustan los cultos largos) y un sermón muy preciso y oportuno por el pastor de la PIB de Saltillo, salimos.

Tuve varias conversaciones sobre el tema, pero como no tengo la autorización de mis interlocutores para decir sus nombres solo comentaré sus impresiones. Me limito a describirlos como hombres y mujeres bautistas creyentes, que aman a Dios y son sinceros en sus convicciones.

A muchos no les gustó la alabanza. Se sentían incómodos. Procuraron, con sinceridad, integrarse a los cantos, participar del culto. Procuraron no ser peregrinos en su propia tierra. Pero de alguna forma se sintieron extraños. Uno de ellos me lo dijo (palabras mas palabras menos):

"Hace tiempo estuve en una boda de otra denominación donde alaban con esos instrumentos. Respeté y me adapté porque era un invitado. Me gocé con mis anfitriones, pero esto fue diferente. Nunca pensé que en mi propia denominación me sentiría un extraño. No puedo decir que lo que viví no me edificó pero me dejó muy confundido. Vine a este culto a edificarme, no a incomodarme. El compañerismo de mis hermanos es balsámico, el sermón fue excelente, pero lo otro si me incomodó."

A otras personas, un tanto escandalizadas con la batería, las confronté con la realidad de nuestra doble visión (hipocresía, le dirían otros): "en vivo no", les dije "pero en pista ponemos cada ruidazo". Y aclaro: ruidazo para los estándares conservadores. A mi me encantan las pistas sinfónicas, con rock pop, góspel, etc… no tendría dificultad en digerir alabanza en vivo con esas expresiones; honestamente no estoy muy acostumbrado a ella. Pero a mi modo de ver, es cuestión de costumbre y de gustos y no más.

¿El aplauso? Es inevitable hablar de él. Supe por diversos comentarios que la iglesia anfitriona tiene por costumbre aplaudir. Agradezco que no lo hayan hecho y reconozco en su mérito haber contenido una expresión que consideran válida en aras de la unidad de un culto. No lo practico pero es cuestión de gusto. La Biblia no lo prohíbe y si nos apuramos un poco, lo anima.

Por cierto: no dudo que a muchos hermanos contemporáneos les pareció que al culto le faltó estar mas animado. Osea: plenamente contentos, ninguno de los dos bandos.

Me quedo con las siguientes conclusiones, y las enumero para no enredarme:

  1. El culto fue edificante. La alabanza "diferente" para algunos, no demerita su contenido. El sermón fue un deleite.
  2. Me considero conservador y con perdón de mis "congéneres": me gustó la alabanza. Estuve a gusto. Supe por quienes llegaron desde el principio que por alguna razón se moderaron la batería y el bajo, yo no alcancé a escucharlos a plenitud.
  3. Se confirma que Dios nos quiere bautistas y nos quiere unidos. La diversidad litúrgica es una realidad y eludirla nos hace daño.
  4. Debemos sentarnos con mucha oración previa para definir PRIMERO lo que nos une y luego definir detalles litúrgicos. Definir lo negociable primero, y luego lo no negociable (doctrina, aspectos de moralidad y de práctica).
  5. ¿Cómo lidiamos con la diversidad? ¿Cómo concelebrar cultos unidos con conservadores de piano, guitarra y teclado y contemporáneos de batería, guitarra eléctrica, bajo y aplauso?
    1. Plan A. Aguantarnos unos a otros. Si, por feo que suene: AGUANTARNOS. Cuando los conservadores lleven la pauta, los contemporáneos se aguantan y viceversa.
    2. Plan B. Dividirnos formalmente. No lo hemos hecho y en mi fuero interno creo que Dios lo ha impedido. Sencillamente porque en la lógica humana están y han estado todos los elementos para hacerlo. Si Dios nos quisiera dispersados, ya lo estaríamos. Dios nos quiere unidos, ¿para que? Para que prediquemos la Palabra.
    3. Plan C. Es sólo una idea. Den click aquí. Está en inglés, perdón quienes no lo entiendan, pero habla de una iglesia con varios santuarios para alabar: el de rock, el tradicional, el de góspel, etc... ¿Ya lo vieron? ¿Descabellado? Tal vez, pero no hay muchas opciones. Esto lo hace una iglesia Bautista, la de Saddleback, pastoreada por Rick Warren (Una vida con propósito). Un modelo imitado por muchas denominaciones. Cuestión de preguntar con otros grupos sobre el modelo, "Una Iglesia con Propósito". En lo personal me parece un poco excesivo para una iglesia pero puede ser opción para una convención con diversidad de expresiones de alabanza: los conservadores en una parte, los contemporáneos en otra y a la hora del sermón o anuncios importantes, todos se enlazan. Se predica lo mismo porque a final de cuentas se CREE lo mismo.

Perdón por traer a colación un tema que considerábamos superado. Con perdón, pero no: superado no está. Si acaso atemperado, sino es que ignorado. No lo traigo para crear fricción innecesaria, sino para crear una confrontación de la que salgamos plenamente fortalecidos e IDENTIFICADOS como lo que somos: cristianos bautistas.

Mi oración es que lo tratemos con valentía, con humildad y con honestidad de corazón ante Dios y nuestros hermanos bautistas.

Este asunto, como muchos otros, no debe distraernos de proveer la respuesta esencial a la sociedad: CRISTO.