lunes, 14 de diciembre de 2009

Enfermedad: ventana para ejercitar la paciencia

Dios siempre tiene control sobre nosotros y es mejor para nuestra vida reconocerlo en pleno dominio de todo lo que somos. Empezando por nuestra salud.

Hay diversos momentos en que nos sentimos vulnerables, pero ninguno se asemeja a la enfermedad. Durante este fin de semana tuve una infección estomacal que me obligó a pensar en esto.

A muchas personas nos gusta tener control sobre nuestra vida. Somos a veces enfermizos por tener todo controlado; y para hacerlo caemos en excesos que pueden llegar a ser insanos. ¿Todo por qué? Porque no nos gusta depender de otras personas o factores para sentirnos seguros.

¿Qué pasa con la salud? No hay peor impotencia que no saber lo que está sucediendo dentro de nosotros. Desde las causas de una náusea, de un dolor en el pecho, o cuestiones a las que les damos más atención como cualquier dolor en el tórax.

"Doctor, cúreme", "¿Qué tengo?", "¿En cuanto tiempo estaré bien?" Alivian a la mente las respuestas puntuales, "Esto no debe tardar más de tres días en salir tomando la siguiente medicina".

¿Pero cuando tarda más de tres días? ¿Cuando la medicina no aprovecha?

¿Cuando los planes se alteran? Peor aún, ¿Cuando pese a seguir toda la instrucción no mejoramos?

Esa vulnerabilidad nos causa impotencia.

Dios conoce toda molécula nuestra, todo lo que nos aqueja. Sabe la causa de cualquier migraña o alergia.

Está en su soberanía permitir esa enfermedad o evitarla o curarla. No siempre está a nuestro alcance la cura o la respuesta puntual.

A las personas que gustan de tener todo controlado, Dios les prepara lecciones que en ocasiones se basan en alterar las condiciones que no pueden controlar. Ante la soberanía de Dios sólo nos queda esperar con paciencia.

No existe mejor seguro de tranquilidad que descansar en el creador del universo.

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