lunes, 26 de abril de 2010

Verdades para mal

La víbora de cascabel americana tiene un veneno que puede resultar mortal si ante la mordedura no se atiende a la víctima oportunamente con el antídoto correcto; lo mismo sucede con la araña viuda negra, con el monstruo de Gila y otros tantos animales alrededor del mundo.

Las especies que producen veneno lo utilizan sea para repeler a un depredador o para cazar una presa.

El 90 por ciento del veneno producido por esos animales está compuesto por proteínas. Sí, esas substancias tan idealizadas, tan buscadas para nuestra alimentación diaria. Se procura alimentar a los niños con alimentos ricos en proteínas para que crezcan sanos y fuertes y los mismos adultos incorporan en sus dietas alimentos con proteínas.

Si bien las proteínas son importantes y necesarias, la existencia de venenos como el del áspid o el cascabel nos hace recordar que una mala combinación de proteínas puede hacer mucho daño a nuestro cuerpo, al grado de enfermarnos o matarnos.

El ejemplo es oportuno porque a veces incurrimos en un uso selectivo de la verdad. Datos verídicos pensados como una proteína, como cuando una persona comenta, “no dije nada malo, dije la verdad”. Pero cuando al decirla logró un efecto destructivo en la persona o grupo estamos hablando de una mala combinación de verdades, de datos verídicos, de proteínas. Elementos que en otra circunstancia serían de ayuda, con una mala combinación de datos y sobre todo de intenciones, resultan dañinos.

Por eso es importante revisar nuestro corazón y nuestra intención antes de que nuestra boca diga cualquier palabra que, con la excusa de ser verdad, pueda llegar a ser motivo de tristeza o destrucción (Ef. 4:29)

Porque la combinación de verdades con una mala intención son como las proteínas del alacrán que ataca con su aguijón.

Son veneno.

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